
Tras de mi; IGUAZÚ.
Ubicadas en la triángulo fronterizo de Argentina, Brasil y Paraguay, encontramos las Cataratas de Iguazú; que en lengua guaraní significa agua grande, pues la inmensidad y cantidad de agua es abrumadora, con 275 saltos y algunos de hasta 70 m de altura, como es el caso de la llamada Garganta del Diablo, lugar salvaje y violento donde según la leyenda de los nativos vivía el díos del río Iguazu, quién en un arrebato de rabia creó la gran cascada.
Es tal el bramar de agua, casi ensordecedor, que se puede oir a kilometros de distancia, seguido de una nube de vapor que sube impasible, sin descanso, tras el choque de aguas y rocas, es impresionante.
Tuve el privilegio de conocer este paraje el año pasado, fue una experiencia inolvidable.
Todo el recorrido por la selva y el rio, primero en Brasil, quién pone la butaca, y luego en Argentina, quién pone el espectáculo, para finalmente poder asomarme al vacío y contemplar la caída de cargadas cortinas de agua, mientras esta te salpica y empapa poco a poco... era como si estuviera en el fin del mundo, todo tan grande, fresco, puro y único.
La paz que sentí estando allí, a pesar de la congestión de gente, el ajetreo de las cámaras fotográficas y las emociones contenidas, no tiene nombre. Acabé por deleitarme con la fugaz aparición de un arcoiris, precioso.
Tal es el placer, que el vértigo desaparece para que el visitante no se pirda ni un instante de la belleza que allí se confabula.
Me encanta viajar y alcanzar los confines del mundo.